martes, 19 de abril de 2011

Protección solar en la nieve (Tema social 3.0)

Aunque parezca mentira todavía hay que recordar que la protección solar no es solo cosa del verano. Al contrario, en la nieve es aún más imprescindible ya que una semana en las pistas equivale, en lo que a tomar el sol se refiere, a tres meses en la playa. ¿Alguien se imagina tanto tiempo expuesto a las radiaciones solares sin ningún tipo de protección? Pues entonces. Además ya quedan muy lejos aquellos inviernos en los que un rostro excesivamente moreno en el que se marcaba la silueta de las gafas de sol era un signo de distinción porque aunque ahora parezca una bobada hace años el esquí era un deporte elistista y esos rostros destrozados por el sol eran una señal evidente de que uno tenía el privilegio de deslizarse por las pistas nevadas. Ahora las cosas han cambiado y mucho. Para empezar el snowboard o el esquí, en cualquiera de sus variantes, ya no es exclusivo de las clases pudientes. El que más y el qué menos ha montado en un telesilla, sabe lo que significan los colores de las pistas, y como no, bajar con mejor o peor estilo por ellas. Pero aparte de la popularización del deporte en sí, quienes lo practican también son conscientes de una cosa: de que no hay que dejarse la piel en las bajadas y que hoy, un rostro bronceado estilo "oso panda" lejos de ser elegante se ha convertido en todo lo contrario.

Si en verano el sol es nefasto para la piel, en invierno y en la nieve es peor todavía aunque afortunadamente las zonas del cuerpo que se exponen son únicamente el rostro y, en ocasiones, las manos. Pero no por ello hay que descuidarlas ya que la cara sufre mucho en las alturas y suponer que porque haga frío uno no está expuesto a las quemaduras solares no tiene ningún fundamento. Las bajas temperaturas junto con el viento, que azota la cara en el telesilla y en los descensos por las pistas, deshidratan la piel y provocan un efecto de congelación que hace que la epidermis se sensibilice y se vuelva más vulnerable ante las agresiones solares. Un rostro congelado sin protección solar se convierte a las pocas horas en una cara enrojecida y más tarde en un rostro quemado. Por último, aunque el día se levante nublado no hay que dejarse engañar ya que las nubes filtran el noventa por ciento de las radiaciones solares y además se quedan reflejadas en las minúsculas partículas de agua de la niebla. A medida que se asciende en altitud, los rayos ultravioletas se vuelven mucho más peligrosos. Concretamente cada 300 metros las radiaciones ultravioletas aumentan su efecto dañino en un 4%, o sea que a 3000 metros el sol es un 40% más peligroso que al nivel del mar. Por si esto fuera poco las gotas de agua actúan como lupas y la nieve y el hielo reflejan el 80% de los rayos del sol, vamos que es como si nos expusiéramos casi el doble a las radiaciones. Así que con semejante panorama es evidente que si hay algo tan necesario en las cumbres como las tablas es la protección solar, a pesar de que uno se crea que su piel está “curtidita”.
A la hora de seleccionar la crema protectora conviene optar por un índice de protección superior incluso al que se emplea durante el verano, lo mejor es decantarse por productos que ofrezcan un alto factor de protección o, mejor aún, que sean los denominados “pantalla total” -productos que en lugar de incluir un filtro en su formación contienen un bloqueador de las radiaciones solares-. En cualquier caso el índice de protección nunca debe bajar del quince. Otro factor a tener en cuenta es que como, por regla general, únicamente se van a utilizar en el rostro uno se incline por las cremas de protección solar específicas para el rostro ya que además de la protección contienen ingredientes hidratantes, nutritivos, anti-edad, ... especiales para la cara. Pero dentro del rostro hay zonas a las que hay que prestar especial atención. Entre ellas se encuentran las orejas, que suelen olvidarse a la hora de ponerse la crema y también se queman, las "entradas" en las cabezas de los hombres y, sobre todo los labios. Estos son la parte de la piel más sensible ya que carecen de glándulas sebáceas y de mecanismos de protección natural. Por eso no es extraño que cuando se exponen al sol intenso o a temperaturas muy bajas se deshidraten, resequen y cuarteen y, precisamente en la nieve, sufren las dos cosas a la vez. Por ello es básico que se protejan con un producto eficaz de alto factor de protección y que tras la jornada deportiva se hidraten constantemente.

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